Encontré el amor


Después de tanto buscar fuera, por otros lares, en otras personas… por fin encontré el amor. Sí. Así es, encontré el amor, el que tanto buscaba, por todas partes y en todo lugar; tenía miedo el no encontrarlo. Temía quedarme solo, el no ser aceptado y no correspondido; el tan solo pensar en eso, mi venía una sensación no tan agradable, de soledad, desesperación, de tristeza, de ansiedad, de angustia y un cierto rechazo hacia mí. Así que empecé a buscar en los demás, a complacer en todo por más que no me agradara, estaba llegando a un punto en donde ya no era yo, sino el que mis amigos querían que yo fuera. Mi búsqueda fue tal que me pasé días y noches, reuniones tras reuniones en buscar el amor. Había asistido a tantos lugares, citas, bares y reuniones, es que sí o sí quería encontrar a alguien que me quisiera y que me diera todo el amor que yo estaba necesitando, ese amor perfecto que yo mismo no podía darme… No estaba en ningún lugar de lo que visité, de lo que solía frecuentar así que no lo encontré. Sentía decepcionarme y darme por vencido. Esta búsqueda implacable, incesante y angustiante me llevó a sumergirme más y más en un cuadro depresivo. Me sentía solo, no aceptado, inseguro, feito y por ende no querido... así que quería suplir ese vacío que llevaba por cosas materiales. Empecé a comprar de todo, a tener a mi alcance lo que yo quería o lo que veía, algunas innecesarias para mí, pero las quería tener para poder llenar mi vida y mi entorno y así no ver ningún vacío que me pudiera recordar mi gran tristeza y mi gran dolor. Después de todos los esfuerzos y gastos inútiles que hice no lo conseguía encontrar. Mi Cuadro de depresión fue aún más que me sentía un perdedor y un bueno para nada que me di por vencido y opté en no hacer nada más. Pensé que pasaría mi vida sin encontrar ni conocer el amor, que decepción verdad…. Sí, así me sentía.
El dejar de hacer todo eso, de no buscar lo que yo creía inalcanzable… sin darme cuenta me llevó a convertirme en mi mismo. Lo que estaba empezando a hacer era por mi propia cuenta, porque me nacía y no porque los demás me decían. Aun así, todavía seguía creyendo que no encontraría el amor, que yo no nací para eso. Decidí disfrutar y pasarla bien las veces que salía. Hacer todo como si fuera el último día y pasarlo bien. En ese proceso conocí a personas maravillosas y valiosas no por lo que tenían sino por lo que en realidad eran. En lo posible trataba de disfrutar cada plática, cada sonrisa, cada detalle. Disfrutaba con ellos, sin ninguna preocupación del qué dirán o cuidarme de lo que diga o haga; éramos nosotros mismos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Así al terminar el día, al terminar la noche ya no me sentía solo, ya no sentía ese vacío que me angustiaba, que me estaba volviendo loco. Mi cuadro de depresión iba desapareciendo, ya no temía a la soledad… por qué??? Pasó algún milagro???? La verdad es que las veces que compartía con ellos lo hacía desde mi interior, de corazón y con convicción. Las sonrisas y las pláticas fueron sinceras, las que en ese momento salían de nuestro interior. No necesitábamos hacer otros papeles, ser otros para poder disfrutar de la vida, de los detalles y de los momentos. Yo no sabía pero todo el amor que sentía y que estaba expresando era auténtico, puro y sincero. No solamente yo expresaba amor, los demás también lo estaban haciendo, así que recibí amor, puro, autentico y sobre todo sincero. Ese actuar me ayudó a quererme así mismo, a aceptarme por lo que era y no por lo que tenía o por lo que podía dar. Me gustaba, me amaba, me valoraba y me quería así mismo… No... no era narcicismo, simplemente ahora tenía más tiempo y más aceptación de mí mismo. Empecé a confiar y a tener más seguridad en lo que hacía y decía, estaba dando lugar a mi yo interior, aquel lugar que otros lo estaban usurpando, los demás. Entonces comprendí que el amor no es ser correspondidos por todos, que no está en lo material, que está en uno mismo, en nuestro interior y muchas veces nos pasamos toda una vida buscándolo fuera, haciendo todo cuanto podemos para conseguirlo, gastando tiempo y dinero en vano. Como dice san Agustín de Hipona “tú estabas dentro de mí y yo fuera y por fuera te busqué.” Desde aquél día, desde que conocí el amor, encontré paz y felicidad. Me olvidé de cumplir las imposiciones de los demás. Me olvidé de que para estar bien conmigo mismo no sumaba lo que los demás decían o si mi aspecto físico era acorde a esta sociedad. Me quería tal y como era, con mis virtudes y mis defectos. Me amaba así tal cual era y amaba a los demás por ellos mismos y eso bastaba para ser feliz. Aprendí a vivir con plenitud porque conocí el origen del amor, el origen de la felicidad, esta que estaba en mi interior y en la realidad y no en los demás o en la superficialidad de la vida. Ahora estoy muy contento de haber conocido el amor, ese amor que lo busqué como loco, fuera en otras partes y no me di cuenta que estaba en mí mismo. Ahora que lo tengo, lo quiero aún más y es esto que me enseñó a amar a los demás. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Hormiga y el Ratón Eusebio

Soy lo que soy...

Era el café... Sí... era el café